Hoy vamos a hablar sobre una serie de herramientas personales que podemos incluir en nuestra caja de recursos psicológicos para que nos ayuden a manejar mejor las situaciones que se nos presentan en nuestro día a día.
Autoobservación: Es la capacidad que tenemos de mirar los procesos mentales que ocurren en nosotros en cada momento. Cuanto mayor conocimiento tengamos sobre cómo funciona nuestra mente y qué estado interno tenemos ante las situaciones que vivimos, mejor ajuste entre nosotros y nuestro entorno podremos desarrollar. La autoobservación se refiere a diferentes planos de nuestra experiencia, como son los pensamientos, emociones, comportamientos, intuiciones, sensaciones corporales… Vamos desarrollando esta capacidad poco a poco; en un primer momento recibimos desde fuera esta información sobre lo que nos pasa, a través de otras personas que nos miran, leen nuestro estado interno y nos la devuelven a través de palabras o expresiones no verbales, a las que nosotros respondemos de diferente forma si encaja o no con nuestro estado interno. Así vamos aprendiendo a leer e interpretar lo que nos pasa a nosotros, y también a los demás. En esto último consiste nuestra segunda herramienta de recursos psicológicos: la empatía.
Empatía: la empatía es la cara externa de la autoobservación, es decir, consiste en la capacidad de poder mirar a los otros y ponernos en su lugar para comprender mejor lo que ocurre en su mente. No se trata solo de lograr entender lo que le pasa a otra persona, sino de hacer una representación en nuestra mente de la suya, evocando todo aquello que hay en ella. A menudo utilizamos la metáfora de “ponernos en sus zapatos” para explicar este ejercicio de empatía. Por supuesto, nuestra vivencia nunca será exacta a la de la otra persona, ya que la información de la mente de los demás se entremezcla con la nuestra. La empatía también la desarrollamos cuando nos relacionamos con otras personas que a su vez hacen un ejercicio de empatía con nosotros, de tal forma que vamos aprendiendo este lenguaje que se da entre nuestras mentes cuando interactuamos. Esta interacción, cuando es eficaz, está muy relacionada con la tercera de las herramientas psicológicas de las que hablamos hoy: la capacidad de comunicación.
Comunicación eficaz: para los seres humanos es imprescindible comunicarnos con los demás, ya que somos una especie social. Pensemos en alguna vez que hayamos tenido dificultades para entendernos con alguien, para darnos cuenta de lo importante que es hacerlo de manera eficaz. Todas las personas podemos mejorar nuestra capacidad de comunicar de forma clara y asertiva con la práctica. Lo fundamental para poder hacerlo es tener conciencia de qué queremos transmitir, desde qué posición interna lo hacemos (confiados, inseguros, temerosos, altivos…) y qué efecto buscamos generar en el otro, por lo que la comunicación va a ser en todo momento un baile de dos en el que nos movemos al tiempo que observamos nuestra posición y respondemos a la de la otra persona. En este sentido, necesitamos incorporar una nueva herramienta a nuestra caja psicológica: la escucha activa.
Escucha activa: Cuando disponemos de esta herramienta psicológica, somos capaces de escuchar a las demás personas transmitiéndoles a la vez que están siendo escuchadas. Esto facilita que continúen comunicándose y transmite que nos importa lo que nos dicen, por lo que estrecha el vínculo que nos une. Para lograrlo, existen ciertas pautas conductuales que nos pueden ayudar (asentir, resumir lo que hemos entendido, parafrasear…) aunque lo esencial para que se de una escucha activa es que nos encontremos mentalmente en disposición de escuchar al otro, sin enredarnos en nuestros propios contenidos mentales. Por este motivo, no puede dejar de ir acompañada de las herramientas de las que hemos hablado. Si nos encontramos ante una situación en que no nos sentimos escuchados, podemos utilizar la quinta herramienta que traemos hoy: los límites.
Límites: Los límites son esas barreras que ponemos cuando necesitamos protegernos de algo que nos genera malestar. Son un recurso valioso que nos ayuda a combinar nuestra necesidad de relación con aquellas necesidades más íntimas y personales. Podemos identificar cuándo necesitamos poner un límite si atendemos a cómo nos sentimos, ya que normalmente vendrá acompañada de sensación de enfado o rabia. Cuando tenemos dificultades para poner límites, tendremos que analizar en nuestra propia historia a qué se deben para poder cambiar.
Esperamos que estas cinco herramientas psicológicas os sirvan, en especial en vuestras relaciones sociales.