Hay un tema que genera controversia entre los profesionales que nos dedicamos a la psicoterapia: la necesidad o no de llevar a cabo un proceso de terapia y análisis personal como requisito para poder ejercer nuestra profesión. En Intropsicólogos tenemos una postura claramente favorable hacia la opción de desarrollar una terapia didáctica. Vamos a exponer los motivos por los que es una buena idea pasar por un análisis personal antes de ejercer como psicoterapeuta.
El proceso de cambio que se da en una terapia ocurre en la transferencia, es decir, ese espacio que se genera en el vínculo entre paciente y terapeuta donde el primero va depositando todo aquello de su persona que necesita analizar y elaborar. El trabajo en la transferencia es esencialmente lo que diferencia una psicoterapia del trabajo de autoanálisis que podemos hacer leyendo, escuchando una charla, escribiendo o reflexionando en soledad sobre nosotros mismos.
Consiste en un encuentro donde podemos ser y observar cómo somos frente a una persona que nos irá devolviendo aquello que nos ayude a conocernos mejor, reparar aquellos conflictos internos que nos acompañan como resultado de las experiencias vividas, desde una mirada limpia de pretensiones ajenas a nuestros intereses.
Teniendo presente este elemento que diferencia la tarea de hacer terapia, consideramos que es necesario haber ocupado el lugar de paciente o analizado en una relación terapéutica, antes de poder manejar ese vínculo tan particular con otra persona que consulta con nosotros. Desde ese lugar, podemos observar cómo se hace psicoterapia, cómo se gestan los cambios, cómo se manejan las tensiones que aparecen, atravesando una experiencia vivencial que será particular en cada caso, por lo que no podremos leerla en ningún libro.
Muchas de las personas que estudiamos psicología, podemos imaginar en algún momento de nuestra trayectoria formativa que una vez terminada nuestra carrera, habremos aprendido las claves para comprender la mente humana, propia y ajena. Esta idea a menudo nos coloca en un lugar de supuesto saber que dista mucho de la posición que ocuparemos en la realidad. La formación en psicología nos lleva a comprender que hay cuestiones inconscientes que nos movilizan de formas que, en el mejor de los casos identificamos y no logramos controlar, y en el peor de ellos nos pasan inadvertidas. Y esto nos sucede como consecuencia de nuestra condición humana, por tanto, es independiente de la formación académica que hayamos recibido.
Para poder hacer un adecuado manejo de nuestra vida inconsciente, evitando que contamine los procesos terapéuticos de nuestros pacientes, se hace necesario encontrarnos con ella en un entorno seguro, donde podamos analizarla, deconstruirla y reconstruirla adecuadamente. Este lugar seguro es en un primer momento la terapia didáctica. Una vez llevada a cabo, no estaremos libres de la influencia de nuestra vida inconsciente, pero sí podremos haber pasado nuestro mundo interno por un filtro que nos ofrece ciertas garantías a la hora de ejercer.
Ejemplos de cómo podemos contaminar la terapia de nuestros pacientes son situaciones en las que dejemos rienda suelta a nuestras necesidades narcisistas de adulación, a nuestros impulsos agresivos ante quien nos resulta amenazante, a las tendencias a generar relaciones de dependencia con nuestros pacientes, etc.
A menudo escuchamos a algunas personas decir que no necesitas vivir una experiencia para poder empatizar con alguien que la atraviesa. Desde luego, como psicoterapeutas va a ser imposible que vivamos experiencias similares a todas aquellas que nos traigan a consulta nuestros pacientes, y ello no nos impide poder ejercer nuestra profesión adecuadamente. Sin embargo, hay elementos que compartimos todas las personas que hemos atravesado un proceso de psicoterapia y que aunque podemos escuchar y leer reflexiones sobre los mismos, es difícil que penetren a un nivel emocional y experiencial sin haber pasado por ello. Es como leer la descripción pormenorizada de una ciudad y construirla en la imaginación, o andar por sus calles. Teniendo en cuenta los puntos anteriores, consideramos más que recomendable caminar despacio por las calles de la psicoterapia si queremos hacer una buena labor.
En cuanto a los elementos compartidos por quienes nos abrimos a la experiencia de una psicoterapia, podemos destacar la posibilidad de regredir, volver a ser aquella persona que un día fui y vivir lo que sucedió de una manera diferente, con una mirada distinta. El encuentro con uno mismo y la historia propia de manera compartida, movilizando los temores, vergüenzas, deseos, sentimientos de todo tipo que podrán ser contenidos con una buena alianza terapéutica. También la opción de probar cosas distintas, maneras de estar con uno mismo y con el otro que hasta ese momento no habían podido desplegarse. Son cuestiones que habitualmente ocurren en el encuentro terapéutico independientemente del motivo que nos lleve a acudir a un psicólogo. Y por tanto, podremos reconocerlas de una forma más rápida y eficaz cuando las tengamos frente a nosotros si hemos pasado por ellas.
En muchos gremios existe la figura del mentor, aquella persona que nos va abriendo camino en la profesión a través de la observación de su propio hacer. Esto también nos ocurre entre padres, madres e hijos, poco a poco a través de lo cotidiano vamos interiorizando en nuestra mente la idea de lo que un día seremos. Es habitual descubrirnos teniendo características sutiles que nos recuerdan a la persona de quien aprendimos, es decir, con quien nos identificamos para construir la persona que hoy somos.
En este sentido, la profesión de psicoterapeuta no es muy distinta de otras. Tener un referente, una idea en nuestra mente de cómo es ser psicoterapeuta en la intimidad de un despacho con un paciente, nos ayuda a poder proyectarnos a futuro y desde ahí ir perfilando el profesional que queremos ser. Habrá mucho de esa persona con quien nos identifiquemos que dejaremos a un lado, otro tanto que incorporaremos y una parte que transformaremos para que encaje con nuestra personalidad. Pero en cualquier caso, nos dota de una referencia que nos sirve de gran ayuda, en especial para dar nuestros primeros pasos.