Todos y todas nos hemos encontrado en algún momento de nuestro día a día posponiendo tareas u obligaciones que nos resultan difíciles, aburridas o que nos generan algún tipo de malestar, sustituyéndolas por otras actividades que en ese momento consideramos más sencillas o amenas, y pensando en que después volveremos a retomar aquello que dejamos. Normalmente después sentimos que hemos perdido el tiempo o que nos ha “vencido la pereza”, sintiéndonos mal por ello.
Lo cierto es que la procrastinación no tiene tanto que ver con la productividad o con una mala organización del tiempo, si no con la gestión de nuestras emociones. Normalmente, cuando procrastinamos, sabemos que a largo plazo no estamos tomando una “buena decisión”, ya que tendremos que retomar esa tarea en el futuro, y seguramente hacerla con menos tiempo y más estrés. Pero en ese momento sentimos alivio al hacerlo, es decir, hay algo a lo que nos resulta más fácil no enfrentarnos. Así, es común entrar en un círculo vicioso en el que hacer la tarea pospuesta cada vez nos resulta más complicado y nos genera un mayor malestar.
¿Te suena? Vamos a pensar qué es lo que puede estar sucediendo.
Podríamos decir que la procrastinación es la manera que tenemos de enfrentarnos a algo que nos genera malestar, y nos da pistas de que algo sucede. En algunos momentos puede que procrastinemos tareas que nos resultan desagradables o que simplemente no nos apetece hacer, pero, sobre todo si nos ocurre con mucha regularidad, podemos pensar en si detrás de esa tarea que posponemos se esconde algo más profundo, como puede ser el miedo a exponernos, el temor al fracaso, dudas respecto a nuestra capacidad, o sentimientos de inseguridad. Por ejemplo, ante un informe que tenemos que redactar para el trabajo, pueden aparecer sentimientos como: “No soy lo suficientemente inteligente para escribir esto”, “no voy a ser capaz de hacerlo bien”, “todos pensarán que soy tonto/a”, etc.
Una manera que tiene nuestra mente de afrontar estos sentimientos que generan malestar, y de los que muchas veces no somos conscientes, es dejar la tarea a un lado y ponernos con otra cosa. Por ello, pararnos a pensar en qué es lo que nos está haciendo actuar de un modo determinado es fundamental para poder identificarlo y poder hacer algo con ello. Desde ahí, podremos entender qué nos sucede, ante qué nos exponemos y qué miedos se activan en nosotros/as para poder desarrollar una nueva manera de gestionar estas emociones.
Todo este proceso puede ser más fácil si nos acompaña un profesional que nos ayude y nos guíe a pensar en cómo afrontamos el presente, relacionándolo con nuestra historia y nuestras experiencias pasadas, lo que nos permitirá desarrollar nuevas herramientas para gestionar nuestro mundo emocional. Desde Intro te animamos a ello.