Seguramente alguna vez has oído hablar de la proyección, un mecanismo de defensa mediante el cual ponemos en los demás deseos, sentimientos o aspectos de nosotros/as mismos/as que no somos capaces de aceptar.
Pero, ¿qué es un mecanismo de defensa?
Así como el sistema inmunitario nos protege de enfermar físicamente, también nuestra mente pone en marcha mecanismos –de forma inconsciente– para protegernos ante experiencias emocionalmente difíciles, manteniéndonos en equilibrio.
Los mecanismos de defensa nos protegen tanto de deseos o sentimientos propios, como de estímulos externos que puedan herirnos o causarnos malestar. Son individuales y dependen de la cultura, la historia y las circunstancias que cada uno ha vivido, pero todos/as tenemos los nuestros.
A corto plazo pueden ayudarnos y ser adaptativos, pero si se utilizan de forma muy rígida o continuada no nos permiten resolver situaciones conflictivas o darnos cuenta de lo que verdaderamente nos está sucediendo. Por ello, es importante pensar en cómo y cuándo se ponen en marcha, y de qué pueden estar protegiéndonos.
¿En qué consiste y para qué nos sirve la proyección?
La proyección nos permite poner fuera de nosotros/as deseos o sentimientos que son amenazantes o que nos generan algún tipo de conflicto emocional. Atribuyéndolos a otra persona, no los vivimos como propios y, por lo tanto, nos protegemos de sentir la ansiedad o angustia que nos provocan. Podríamos decir que proyectar es una forma de expulsar aquello que nos hace daño.
Así, a veces nos sentimos molestos/as ante conductas que tienen otros/as, o criticamos a otras personas por ciertas características. Por ejemplo: “Paula es una irresponsable, siempre está viajando y no dedica tiempo a sus hijas” o “me pone nerviosa la gente que se queja de…”.
Lo que señalamos, nos molesta o criticamos de los demás, muchas veces tiene que ver con nosotros/as mismos/as, y es el reflejo de necesidades y deseos que rechazamos o no nos permitimos ver: atacamos a los demás con aquello que no nos permitimos ser.
Cuando estas situaciones ocurran, en vez de mirar con ojo crítico, podemos hacer el ejercicio de observar qué es lo que estamos señalando o nos molesta del otro, y pensar en sí algo de ello puede tener que ver con alguna parte de nosotros mismos/as que nos cuesta aceptar. Es una oportunidad que puede ayudarnos a descubrirnos y conocernos mejor.