En todas las familias existen secretos, experiencias que no se nombran o temas tabú. Es común que los padres o cuidadores elijan no hablar a sus hijos/as de ciertos temas que les generan incomodidad, miedo o incomprensión, con el fin de protegerlos/as y protegerse a sí mismos/as. A su vez, esto también sucede en un plano menos consciente, ante experiencias o dinámicas que el/la adulto/a no sabe cómo abordar o elaborar.
Nombrar las experiencias que vivimos, verbalizarlas, entender qué nos ha sucedido y qué hemos sentido, nos permite elaborarlas: darles un sentido en nuestra historia. Así, las vivencias que no somos capaces de nombrar se quedan sin elaborar en el plano consciente, a pesar de percibirlas y experimentarlas a un nivel más físico o emocional.
Algunas personas, en la infancia, se ven especialmente desprovistas de información, apoyo o explicaciones sobre las vivencias importantes que ocurren a su alrededor. ¿Cómo puede afectar esto a nuestra experiencia?
Cuando nuestro padres o cuidadores deciden no compartir un tema importante con nosotros/as (por ejemplo, que un miembro de la familia está enfermo o que la relación entre nuestros padres no funciona bien), de una forma u otra acabaremos percibiendo que algo no va bien, que algo pasa –por su estado de ánimo, por su forma de hablarnos o por su manera de comportarse–. Nos enfrentaremos entonces a la contradicción de recibir el mensaje de que “no pasa nada”, o de que lo que sucede es algo que no se quiere compartir con nosotros/as, mientras notamos que está pasando algo importante, que podemos sentir a nuestro alrededor.
Si esto sucede de forma recurrente y continua, ante temas importantes o difíciles de elaborar, puede hacer que desarrollemos desconfianza en nosotros/as mismos/as: “lo que percibo y siento parece no ser real, así que no me puedo fiar de mí”; o desconfianza en los demás: “hay una amenaza (algo pasa ahí fuera) pero es desconocida para mí. Debo estar alerta ante cualquier cosa”.
Así, este tipo de experiencias va construyendo nuestra manera de entender el mundo y de responder ante él.
Por ello, si te sientes identificado con este post, te animamos a preguntarte: ¿he recibido mensajes contradictorios a lo largo de mi historia? ¿ha habido en mi familia experiencias importantes no nombradas? ¿cómo ha podido afectarme esto en la visión que tengo de mi mismo/a y del mundo?
Te recordamos que todo ello puede trabajarse y pensarse en un espacio de terapia, acompañado de un profesional.