Con la llegada de septiembre, solemos activar de nuevo nuestras rutinas después del parón de las vacaciones, y en pocos días nos encontramos inmersos/as en un ritmo de vida acelerado y productivo.
En la vorágine de lo que hacemos en nuestro día a día hay algo que se nos puede pasar por alto, y es mirar lo que necesitamos. Acostumbramos a priorizar “lo que debemos hacer”, dejando a un lado lo que nos hace falta. Así, puede que al final del día volvamos a encontrarnos agotados/as, agobiados/as, malhumorados/as o apáticos/as, sintiendo que las vacaciones no nos han servido para mucho.
Sin embargo, podemos pararnos a pensar sobre ello y cambiar la calidad de nuestros días, encontrando espacios para cuidarnos y atendernos en esa rutina de productividad. Aunque unas buenas vacaciones son necesarias y nos ayudan a descansar, hay otras formas de poder llegar al final del día sin esa sensación de agotamiento.
Escuchar a nuestro cuerpo puede ser una herramienta muy útil para ello. Como no solemos estar acostumbrados a hacerlo, en un primer momento puede resultar extraño, desconcertante e incluso asustar lo que notamos si nos paramos a sentirlo. Sin embargo, escuchar a nuestro cuerpo puede ayudarnos mucho, ya que nos da pistas sobre qué necesitamos y en qué punto nos encontramos.
¿Cómo podemos hacerlo?
Prueba a hacerlo según lo que a ti te siente bien y según las posibilidades más inmediatas que tengas en tu entorno.
Te animamos a que puedas encontrar estos momentos en tu día a día en los que chequear cómo te encuentras, poder tomarte un descanso, delegar una tarea, tomar el aire… Cuidarnos a veces tiene que ver con pequeños gestos, con aprender a parar y concedernos estos espacios en el día a día.
Si sobrellevar tu día a día te resulta difícil, si te hace conectar con sensaciones o emociones que te desbordan o si necesitas un acompañamiento de un profesional, un espacio terapéutico también puede ser de gran ayuda.