¿Por qué decidimos como decidimos? ¿Por qué nos comportamos de la manera en que nos comportamos?
Nuestro cerebro digiere mucha más información de la que percibimos y, a menudo, no somos conscientes de las razones y las causas de nuestro propio comportamiento. Tradicionalmente, se consideraba que los seres humanos nos regíamos sólo por el pensamiento consciente, que de manera racional éramos capaces de conocer nuestra experiencia a través de los estímulos que recibíamos de nuestro entorno y nuestro cuerpo, y que decidíamos basándonos en esta información. Sin embargo, hoy sabemos que una parte muy grande de los procesos que influyen en nuestro pensamiento y en nuestras acciones se basan en partes de nuestra experiencia que no conocemos directamente, a las que no podemos acceder de forma voluntaria y que forman parte de nuestro inconsciente. El primero en nombrar el concepto del inconsciente fue el padre del Psicoanálisis, Sigmund Freud. A día de hoy, es un gran campo de estudio en el mundo de la neurociencia.
Podríamos dividir nuestra mente en dos espacios: nuestra parte consciente, la que usamos para dar sentido a nuestra vida, explicar cómo nos sentimos, qué pensamos y narrar nuestra experiencia; y, por otro lado, nuestra parte inconsciente, que contiene sentimientos, partes de nuestra historia y nuestra personalidad de las que no podemos darnos cuenta o acceder de una forma voluntaria. Es una buena idea imaginar el inconsciente como algo vivo que forma parte de nosotros, que habita en nuestra mente –y también en nuestro cuerpo– y nos afecta continuamente.
Normalmente, nos cuesta averiguar cosas de nuestro inconsciente, ya que éste no se expresa a través del lenguaje, si no que se ve reflejado en nuestras sensaciones y acciones, y también en conductas cotidianas como los olvidos, los lapsus y los actos fallidos.
Parte del trabajo que hacemos en terapia consiste en aportar claridad sobre las elecciones que tomamos a lo largo de nuestra vida, los lugares en los que nos colocamos, y la forma que tenemos de relacionarnos y de afrontar lo que nos ocurre. Estos aprendizajes inconscientes, nos empujan a una manera determinada de funcionar y de percibir la realidad, que a menudo nos hacen sufrir. Poder cuestionarlos, entender de dónde vienen o cómo se han ido construyendo, y elegir nuevas formas de enfrentarnos a las experiencias que vivimos nos permitirá ser más libres de aquellas partes de nosotros/as mismos/as que desconocemos.
Como dijo el psicoanalista Carl Jung: “Hasta que el inconsciente no se haga consciente, dirigirá tu vida y le llamarás destino”.