A menudo acuden a nuestra consulta familiares o amigos de personas que han sido diagnosticadas de una enfermedad, buscando una guía que les ayude a afrontar un proceso vital que puede ser complejo. Es muy común que surjan dudas sobre cómo apoyar, ser de ayuda o qué lugar ocupar para la persona que padece la enfermedad: ¿Qué debo decir y que no?, ¿cómo puedo ser un apoyo?, ¿qué necesita esta persona de mí?
El primer momento de diagnóstico de una enfermedad puede ser estresante, ya que se produce una ruptura de la realidad y del estilo de vida, que lleva también a un duelo por la pérdida de la salud, y al miedo a la enfermedad y sus complicaciones. Todo esto puede tener un gran impacto emocional, tanto en la persona que lo sufre como en su entorno.
Para poder acompañar y apoyar a un familiar o amigo/a afectado/a debemos observar y preguntarnos qué significa la enfermedad en concreto para esta persona, y cómo le afecta en este momento determinado de su vida. Comentaremos en este post algunos puntos importantes que pueden ayudarnos en este proceso.
No sabemos si todo está bien o va a estar bien, por lo que el positivismo no es un aliado en un momento como este: cuando una persona conoce de que tiene una enfermedad, uno de los primeros sentimientos que aparece es la amenaza de muerte, y de pérdida de la integridad física y psicológica. La queja, el enfado, el llanto o la rabia son reacciones emocionales normales –y sanas– en un momento así, por lo que tienen que salir y ser expresadas, y no conviene suprimir, tapar o dejarlas de lado. Lo más sano es que la persona pueda expresar lo que va sintiendo, y que, si nos toca acompañarla, se lo permitamos, le contengamos y le demos espacio para sentir y compartir con nosotros/as si lo desea, respetando sus formas y sus tiempos.
Podemos sentirnos perdidos, no saber cómo preguntar o tender a la sobreprotección de la persona afectada. Algo importante que pueda ayudarnos es preguntar directamente qué es lo que la persona necesita: mientras algunas personas necesitan compañía, otras prefieren un espacio que les permita procesar lo que está pasando; y entender que sus necesidades pueden ser diferentes a las nuestras. La buena comunicación es clave en un momento como este.
Este proceso de acompañamiento y cuidado puede ser cansado y desgastante también para la persona que acompaña, por lo que es importante que podamos repartir las cargas, tener espacios de desahogo con otras personas que nos cuidan a nosotros/as y buscar tiempos para elaborar nuestro propio proceso frente a la enfermedad.
Si sientes que es demasiado para ti o no sabes cómo abordarlo sólo/a, te recomendamos que puedas apoyarte en un profesional que te acompañe también a ti en este proceso.