El juego es una experiencia esencial en la infancia. Cuando somos niños/as jugamos de formas muy diversas: imaginamos aventuras, actuamos personajes o recreamos situaciones de la vida cotidiana. Más allá de la diversión, el juego tiene un papel fundamental en la construcción de la subjetividad y en el desarrollo emocional y psicológico.
Desde la perspectiva psicoanalítica, autores como Sigmund Freud, Melanie Klein o Donald Winnicott analizaron el juego como un espacio en el que los niños/as comienzan a explorar sus emociones, su sentido de sí mismos/as y su relación con los demás. El juego brinda al niño o la niña la posibilidad de crear un mundo propio, pudiendo modificarlo según sus necesidades y deseos, y tomar un rol activo en un espacio seguro y libre de los riesgos de la realidad.
Este último aspecto es esencial: frente a la pasividad y la falta de control que a menudo caracteriza las experiencias cotidianas del niño/a, el juego supone un refugio donde puede manejar y dar forma a sus experiencias y vínculos. Por ejemplo, cuando un niño/a juega a ser un “adulto” o un “superhéroe”, puede representar una experiencia que le genera sufrimiento situándose en un lugar de mayor poder y control, y decidiendo sobre ella.
En el espacio del juego los niños/as representan conflictos emocionales de forma simbólica, como pueden ser los temores por separarse de sus padres, las tensiones en el desarrollo de la independencia o la confrontación con normas y límites. Por ejemplo, cuando un niño/a se siente triste o frustrado puede representarlo mediante una escena de juego en la que el protagonista se enfrenta a una situación difícil. A través de estas representaciones el niño/a expresa sus sentimientos y el juego da voz a lo que aún no puede ser dicho o entendido.
Así se entiende el juego como un espacio simbólico: los juguetes y los muñecos no solo representan objetos físicos, sino que funcionan como una especie de “puente” que conecta el mundo emocional del niño/a con la realidad exterior, y a través de los cuales el niño/a puede crear un sentido de continuidad y coherencia, y construir su mundo interno y su subjetividad.
Como comentábamos, el juego infantil es una actividad de gran importancia y significado, fundamental en la construcción del mundo interno del niño/a, y que influye de manera decisiva en su desarrollo emocional y psicológico.