Una de las preocupaciones habituales de las personas que vienen a psicoterapia es que tienen una baja autoestima, y esto es un problema para ellas no sólo porque no se sienten satisfechas consigo mismas, sino porque tiene una serie de importantes repercusiones en su forma de relacionarse y en su calidad de vida.
La autoestima es el modo que tenemos de aceptarnos, querernos, respetarnos y cuidarnos. Está muy relacionada con el autoconcepto, es decir, con las ideas que tenemos sobre nosotros mismos.
Para pensar sobre la autoestima y cómo lograr mejorarla, tenemos que preguntarnos, ¿dónde se forma?, ¿cuál es su origen? Hoy sabemos que las ideas que tenemos sobre nosotros mismos, no son muy diferentes de otros aprendizajes que hacemos sobre el mundo.
En nuestros primeros años, que incluyen la infancia y adolescencia, nos relacionamos con personas que son significativas para nosotros (madres, padres, otros familiares y amigos) y captamos cómo nos miran, qué mensajes nos lanzan, cómo se comportan con nosotros o cuáles son sus respuestas emocionales cuando están con nosotros…
Y de esta forma, interiorizamos y hacemos propias esas ideas sobre nosotros mismos que con su comportamiento en relación nos transmiten: soy alguien con quien es divertido estar, alguien aburrido, una persona que genera sensaciones positivas o alguien molesto cuya compañía produce tristeza o enfado.
Todas estas ideas configuran cómo nos vemos, qué pensamos que podemos lograr hacer y qué esperamos que ocurra en nuestras relaciones sociales; serán la base sobre la que construyamos nuestra autoestima.
Pero, ¿qué ocurre si en esa etapa sensible en la que se dibujan los primeros trazos de nuestra autoestima estuvimos con personas que no nos miraron de una forma positiva?
Podemos crecer con una imagen distorsionada de nosotros mismos, sintiendo que somos personas poco valiosas, con las que no es agradable pasar tiempo, que generan rechazo o que no pueden hacer lo que se proponen. Y no se trata solo de que lo pensemos, estas ideas llegan a formar parte de nosotros, nos atraviesan de tal manera que configuran nuestra forma de estar en el mundo.
Muchas personas pasan una parte de su vida con estas ideas interiorizadas sobre sí mismas. En una psicoterapia se puede encontrar el lugar en el que observar con mirada crítica estos mensajes que recibimos, y poco a poco ir desprendiéndonos de ellos y colocándolos en el lugar que les corresponde, como parte de una experiencia que vivimos pero que no nos define.