Desde muy temprano en nuestra vida, comenzamos a relacionarnos con distintas personas con las que vamos teniendo experiencias que forman parte de nuestra historia. Con el tiempo, vamos perfilando esas relaciones sociales en base a nuestra identidad, gustos, maneras de ser y estar. Las relaciones sociales son una fuente de enriquecimiento; en ellas desarrollamos nuestras habilidades interpersonales, construimos ideas sobre nosotros mismos, damos y recibimos afecto, disfrutamos de momentos compartidos…
Algunas personas nos hablan de sensaciones muy desagradables en el encuentro con los demás: pueden sentir nervios, temor, vergüenza y tener respuestas físicas como sudoración y taquicardia. Cuando esto sucede, tratan de protegerse evitando estos encuentros con los otros, lo que puede llevar a un bucle en el que cada vez es más difícil tener un contacto satisfactorio con otra persona. Hablamos de fobia social para referirnos a estas experiencias en las que estar con los demás se convierte en un momento muy desagradable, no solo al vivirlo sino también de forma anticipada al pensar en él.
Si nos paramos a pensar, esta respuesta fóbica tiene un sentido adaptativo cuando nos enfrentamos a una situación amenazante; es una manera de afrontar algo cuando tememos salir dañados y no disponemos de otros recursos. Esto nos da pistas del problema que subyace, a menudo las personas que sufren esta dificultad tienen una idea de sí mismos como alguien que va a ser juzgado de forma negativa, un temor profundo a ser victimas de una humillación, en algunos casos casi una certeza de que si los demás ven la persona que son, no les gustará y les harán daño. En muchos casos lo que moviliza a esta respuesta fóbica es inconsciente.
Todas estas ideas sobre uno mismo son construcciones que se quedan pegadas a la identidad de la persona, fruto de vivencias que no pudieron ser integradas de otra manera. Es necesario hacer una revisión de la biografía personal para encontrar los desencadenantes de esta reacción fóbica y poder darles una lectura diferente, desde un lugar comprensivo y seguro.
Para algunas personas, el origen de esta dificultad está en las experiencias reales que vivieron en el encuentro con sus iguales, con familiares cercanos o con otras personas significativas; en otros casos, el problema radica en una falta de estimulación interpersonal que ayuda a que poco a poco, vayamos desarrollando herramientas para estar con los otros y abordar las distintas situaciones que se pueden dar.
Como ocurre con la mayoría de las problemáticas psicológicas, el primer paso es tomar conciencia de que hay algo que no te hace sentir bien en las relaciones personales. Desde ese punto, puedes empezar a ver qué sucede en ti cuando estás con otras personas, ¿qué mensajes internos te das?, ¿qué emociones te despiertan?, ¿identificas si te ocurre más en situaciones o con personas concretas?, ¿lo asocias a algo que hayas vivido?
Poco a poco, puedes ir dándole claridad y sentido a lo que te ocurre y por tanto, introduciendo una lectura distinta de las situaciones que te resultan amenazantes, lo que favorece que los miedos, las inseguridades, las reacciones fisiológicas desagradables vayan cediendo espacio a maneras más agradables de estar con los demás.
Desde este lugar, más comprensivo contigo mismo, será más fácil que poco a poco puedas ir acercándote a las relaciones sociales con mayor tranquilidad.
Si quieres ayuda para llevar a cabo este proceso, no dudes en contactar con nosotros.