Hoy vamos a hablar de un tema que aparece en muchas de las consultas que recibimos. Se trata de la autoestima, es decir, las ideas, imágenes mentales sobre nosotros mismos, sentimientos que se nos despiertan ante la persona que somos.
Existen muchos motivos diferentes que nos llevan a tratar la autoestima en terapia con nuestros pacientes. Algunos de ellos llegan con una demanda clara sobre esta cuestión, otros, presentan diferentes conflictos que a lo largo del proceso vamos identificando que se relacionan con la idea que tienen sobre sí mismos.
Hay personas que expresan una sensación de soledad no deseada y tienen dificultades para relacionarse con los demás. Cuando entramos en profundidad en esta cuestión, vemos que detrás de estas dificultades que provocan tanto malestar se encuentran ideas y sensaciones negativas sobre uno mismo. Exponerse al contacto con otra persona supone enfrentarse a un reflejo de sí mismos doloroso, por tanto, de manera intuitiva estas personas tratan de ponerse a salvo evitando el contacto con los demás. Cuando ahondamos en estos sentimientos negativos hacia uno mismo, podemos ir desenmascarando el mecanismo psicológico de supervivencia que un día construimos y que en el presente nos plantea un problema.
Otras personas expresan en consulta un deseo de tener relaciones con mayor grado de intimidad, como relaciones de pareja o de amistad cercana. Puede suceder que se desenvuelvan muy bien en las relaciones sociales más superficiales, y es en las cercanas donde encuentran dificultad. En estos casos, podemos valorar a través de una psicoterapia si este conflicto puede estar asentado sobre una baja autoestima, que se protege del daño a través de una máscara que permite tener relaciones sociales superficiales pero no profundizar en vínculos donde la persona se muestre tal cual es.
Una vivencia diferente pero con un origen común en muchos casos, es la de las personas que sufren dependencia emocional. Nos hablan de una necesidad de contacto constante con los demás, ya que cuando se encuentran solas aparece inquietud, ansiedad… Por este motivo, pueden buscar de manera permanente estar con otras personas, ya sea cara a cara o a través de contactos digitales como llamadas, mensajes o en redes sociales. En la base de este problema a menudo está una imagen deteriorada de uno mismo, que obliga a permanecer constantemente con otras personas para no encontrarse a solas consigo mismo.
Otras situaciones en la que podemos observar las consecuencias de una autoestima dañada son aquellas dificultades que tienen que ver con la realización personal. Algunas personas consultan con nosotros porque no terminan de sentirse preparadas para afrontar los retos que les plantea la vida, ya sean profesionales, como verse capaz de desempeñar su puesto de trabajo, familiares, como ejercer como padre o madre, relacionales, como afrontar los conflictos con asertividad, etc.
Como vemos, nuestra autoestima constituye la piedra angular que sostiene gran parte de nuestra vida, porque es una pieza fundamental de nuestra identidad desde la que vamos construyendo nuestra historia. ¿Cómo podemos tratar de cuidarla?
Es importante tener presente que el cuidado de nuestra autoestima es una tarea continua que iremos desarrollando a lo largo de la vida. En un proceso de psicoterapia, podemos analizar cómo se configuró nuestra identidad en nuestros primeros años de vida, cómo aprendimos a tratarnos y a ser tratados, qué esperaron de nosotros las personas importantes en nuestra vida y cuáles de aquellas expectativas hicimos propias y aún hoy nos acompañan desde nuestra autopercepción.
A partir de este punto, podemos ir observando cómo nos hemos ido tratando a lo largo de los años, así como de qué manera lo hacemos en este momento. Todo este proceso en sí mismo refleja una manera de mirarnos y tratarnos a nosotros mismos.
Una manera de fortalecer nuestra autoestima y protegerla de los daños que puede sufrir a lo largo de la vida es a través del autocuidado. Esta palabra, tan utilizada desde distintos contextos y con finalidades muy diferentes, va asociada a un sentimiento de amor propio y a una idea de sabernos merecedores de aquello bueno que necesitamos.
En este último punto podemos encontrar una clave del autocuidado. Tiene que ver con aquello que sentimos que necesitamos, por tanto, para valorar de qué manera podemos auto-cuidarnos necesitamos tener un conocimiento profundo de nosotros mismos. De no ser así, podemos caer en el error de creer que nos estamos auto-cuidando cuando respondemos a expectativas ajenas sobre lo que es bueno para nosotros. Sabiendo mejor quienes somos y qué queremos, podemos tratar de satisfacer esa necesidad de darnos a nosotros mismos.
Podemos ver el autocuidado relacionado con distintos planos de nuestra existencia.
Autocuidado de nuestro cuerpo: todos compartimos una serie de características fisiológicas que hacen que haya una serie de actitudes y comportamientos comunes que suelen beneficiar a nuestro organismo. Alimentarnos, tener alguna actividad física, descansar adecuadamente, regular nuestra temperatura corporal en función del clima, mantener nuestra higiene, son algunas de las formas de autocuidado corporal comunes. Sin embargo, existen diferencias en cada uno de nosotros y la forma que tenemos de tratarnos que podemos conocer si queremos hacer un autocuidado efectivo para proteger nuestra autoestima. En ocasiones, estos mandatos sobre cómo debemos tratar a nuestro cuerpo se vuelven contra nosotros cuando no están adaptados a la persona que somos. Y por tanto, lo que podría ser una pauta de autocuidado se convierte en una autoagresión que deteriora la idea que tenemos sobre nosotros mismos.
Autocuidado emocional: esta es otra faceta de nosotros mismos interdependiente de la anterior. Cuidar de la forma en que nos sentimos también nos exige una cierta dedicación, para analizar cómo estamos en cada momento y qué nos puede beneficiar. Como sucede con el plano corporal, existen una serie de pautas muy generales que podemos conocer para llevar a cabo nuestro autocuidado emocional. Escuchar aquellas voces internas que se expresan en lo que pensamos, soñamos, fantaseamos, atender a las emociones que sentimos, identificarlas y ponerlas en palabras, para dar una respuesta ajustada a aquello que nos ocurre. Como sucede en el caso anterior, es necesario desarrollar un conocimiento profundo de uno mismo para poder hacer esta tarea adecuadamente, ya que no todas las personas necesitamos lo mismo en todas las situaciones, incluso, una misma persona, puede requerir algo distinto en diferentes momentos ante circunstancias parecidas. A menudo tendemos a pensar que la búsqueda del optimismo y la felicidad es una pauta de autocuidado emocional que debemos lograr llevar a cabo. También puede suceder que si no está ajustada a la necesidad real, que puede ser en un momento concreto estar triste o irritado, se convierte en un mandato exigente que lejos de auto-cuidarnos, nos daña.
Autocuidado en las relaciones con los demás: nuestra autoestima, como comentábamos al inicio, se expresa en muchas ocasiones en la manera en que nos relacionamos con los otros. El ser humano es social, por lo que mantenernos conectados al mundo relacional que nos rodea es una buena estrategia de autocuidado, en líneas generales. Como ocurre en los planos anteriores, es importante conocer cómo nos enfrentamos cada uno de nosotros a las relaciones sociales, qué necesitamos y qué esperamos encontrar. A veces, nos podemos sentir obligados a mantener contactos sociales de diferente tipo, como son familiares, de amistad, de pareja, independientemente de cómo nos estemos sintiendo en estas relaciones. Por tanto, también es una buena práctica de autocuidado relacional aprender a buscar aquello que necesitamos de los otros y poner límite a aquellos vínculos que nos hacen mal, desde una comprensión empática de nosotros mismos.
Como vemos, el autocuidado se cultiva prestando atención a nuestro mundo interno y desde un autoconocimiento profundo.
¿Qué piensas sobre ti mismo? ¿Cómo te tratas? Toda la información que escuchamos u observamos sobre nosotros cuando somos niños se va depositando en nuestra mente, configurando una identidad que en esta etapa de nuestra vida no podemos cuestionar. Para cuidar nuestra autoestima podemos tomar conciencia y reflexionar sobre aquellos mensajes que interiorizamos y que hoy nos acompañan en nuestro día a día. Tal vez, algunos de ellos no reflejen la persona que realmente somos.
Cuidar de uno mismo es una tarea que requiere un conocimiento en profundidad de las características y necesidades propias. El autocuidado no se basa en cumplir pautas generales aplicables a todas las personas sin detenernos a mirar qué nos hace únicos. Hoy ponemos el foco en tres aspectos del autocuidado:
Os animamos a autocuidaros desde una mirada afectuosa hacia vosotros mismos.