Es común que se desconozca a qué profesional consultar ante un problema o una preocupación respecto al ámbito sexual: ¿un médico?, ¿un sexólogo?, ¿un psicólogo?
Hay muchas variables que influyen en nuestra sexualidad. Como en otras áreas de nuestra vida, la forma en la que nos relacionamos durante la experiencia sexual está mediada por nuestra historia, por el auto-concepto que tenemos y por las experiencias que hemos vivido en relación con los demás.
Una vez hemos descartado un problema médico, podemos trabajar sobre nuestra sexualidad en un espacio de psicoterapia. Por ello, hoy nos preguntamos: ¿cómo está relacionada nuestra sexualidad con nuestra historia?
La sexualidad no siempre tiene por qué estar asociada al amor o al afecto, pueden motivarla el placer y la satisfacción sexual. Pero en la medida en la que la experiencia sexual se vive en relación con otra persona, está conectada con la necesidad de proximidad psicológica con los demás, y con el deseo de contacto físico y de intimidad que todos y todas tenemos. Podríamos decir que todo ser humano necesita ser querido y tener a quién querer. Así, el placer y la satisfacción sexual se mezclan con la necesidad de mantener a los demás cerca y de sentirnos emocionalmente seguros/as.
En toda relación, también en el ámbito sexual, las personas actuamos según la manera en que entendemos las relaciones, la forma en que nos percibimos a nosotros/as mismos/as, y lo que sentimos que podemos esperar de los demás. Por ello, existen diferentes modos de vivir la sexualidad, que están relacionados con la historia y experiencias de cada cual. Por ejemplo, hay personas que necesitan de una intensa implicación emocional para disfrutar de la experiencia erótica y otras necesitan otro tipo de sentimientos.
Durante las experiencias sexuales podemos compartir un espacio de intimidad y esto puede despertar diferentes emociones en nosotros/as. Cuando hablamos de intimidad nos referimos a sentirnos cerca de la otra persona, a poder compartir nuestro interior y mostrarnos a un nivel profundo. Cuando hemos podido construirnos sobre una base segura, hemos tenido personas que nos han cuidado a lo largo de nuestra historia y en las que hemos podido confiar, seguramente tendremos la capacidad de sentir bienestar en la intimidad, pudiendo dejarnos llevar por intensas sensaciones de placer, interés, sensibilidad y respeto por el bienestar del otro/a.
Por el contrario, si hemos tenido experiencias importantes de falta de cuidados, daño o abandono es probable que permitir que otra persona entre y comparta un espacio de intimidad con nosotros/as nos resulte complicado y despierte sentimientos de inseguridad, desprotección, fragilidad o miedo al abandono.
Por supuesto, todo esto que hemos comentado también está relacionado con el tipo de relación en la que nos encontramos en el presente y con cómo nos sentimos en ella.
Un proceso de terapia, acompañados de un profesional, puede ser de gran ayuda para poder trabajar sobre nuestra historia, comprendernos, y vivir nuestras relaciones de una forma más satisfactoria y segura.