La ventana de Johari es una herramienta muy útil para pensar sobre nuestra mente. Este modelo nos permite adentrarnos en ella para conocernos mejor, comprender lo que nos sucede y poder darle sentido a aquello que vivimos, sentimos, pensamos…
Imagina una casa que forma un cuadrado perfecto, dividida en cuatro habitaciones. Dos de ellas forman parte de la fachada exterior, tienen ventanas hacia fuera, por lo que los otros pueden ver lo que hay en dentro de ellas. Perpendicular a esta fachada se encuentra una pared a la que sólo tú tienes acceso, por lo que puedes ver lo que hay en una de las habitaciones exteriores y en otra que sólo tú puedes mirar.
Por tanto, hay una habitación expuesta tanto a tu mirada como a la de los otros: es el área pública, la parte de ti mismo que conoces y que los demás también perciben. La segunda habitación, sólo puedes verla tú, no tiene ventana hacia el exterior: es tu área privada, aquella donde guardas todo lo que prefieres que los demás no conozcan, tal vez porque genera emociones como miedo, culpa, vergüenza… La tercera habitación, que tiene fachada a la calle, está expuesta a la mirada de los otros. Sin embargo, desde el lugar en que tú miras no tienes acceso a ella: es el área ciega. La que incluye esas partes de nosotros mismos que no somos capaces de ver, pero los demás sí perciben, y por tanto, se relacionan con nosotros desde esa perspectiva que desconocemos.
Nos falta una cuarta habitación, de la que no hemos hablado. Es una habitación en penumbra, sin ventana hacia el exterior e invisible desde nuestro punto de vista: se trata de nuestra área desconocida o inconsciente. A simple vista, ni nosotros ni los otros podemos acceder a ella. Sin embargo, forma parte de la casa que es nuestra mente, y en ella se encuentran partes de nosotros que dan sentido a quienes somos. Muchas de ellas se formaron antes incluso de que pudiéramos almacenar recuerdos o poner nombre a lo que vivíamos. Lo que hay en ella influye por tanto en lo que hacemos, sentimos, pensamos, cómo nos comportamos.
Podemos entender la psicoterapia como un proceso de descubrimiento de todo aquello que contienen esas habitaciones que forman nuestra mente. Poco a poco, vamos adentrándonos, acompañados por un psicólogo o psicóloga en quien confiamos, en estas salas, encendiendo luces y explorando nuestra propia identidad.
Acceder a nuestra área pública será más sencillo. Progresivamente, y desde un vínculo de confianza y seguro, podremos ir atreviéndonos a mostrar nuestra área privada y elaborando las emociones que nos genera lo que contiene, que son las que nos hacen pensar que debemos mantenerla oculta. En algunos momentos, podremos recibir e integrar la información que nuestro psicólogo o psicóloga nos ofrezca sobre nuestra área ciega. Y, con un trabajo profundo, analizando nuestra manera de funcionar, nuestras fantasías, deseos, sueños, podremos ir iluminando aquella área inconsciente que forma parte de nosotros.
Este proceso de descubrimiento de nosotros mismos es muy liberador y sanador, nos permite dejar atrás ese malestar que genera el no comprender lo que nos sucede y nos facilita relacionarnos con los otros y con nosotros mismos con el mapa de nuestra mente en las manos.