La “dependencia emocional” es un concepto que se utiliza mucho hoy en día y que forma parte del lenguaje cotidiano. Normalmente lo asociamos a una forma poco sana de vincularse, y acarrea una connotación negativa.
Sin embargo, los seres humanos somos seres sociales, y por ello, dependientes. Dependemos de nuestros cuidadores desde que nacemos, para sobrevivir y construir nuestra identidad hasta que somos adultos. Conforme vamos creciendo, nos vinculamos a otras personas de nuestro alrededor, y necesitamos sentir estos vínculos como incondicionales y permanentes para poder desarrollar una sensación de seguridad interna y de confianza en los otros/as.
Podríamos decir que nuestro bienestar psicológico depende de encontrar el equilibrio entre la autonomía personal y la aceptación de que dependemos en cierto grado de los demás. A lo largo de nuestra vida, la dependencia que tenemos hacia los demás va cambiando. Para que sea una “dependencia sana” debe de estar adaptada a nuestra etapa vital y estar centrada en relaciones de apoyo mutuo.
El miedo a la pérdida, al abandono y a la soledad es algo compartido. Necesitamos sentirnos queridos/as y tener a varias personas a las que amar, a las que vincularnos. Por ello, mostrarnos vulnerables en una relación, necesitar el apoyo y la compañía del otro/a o pedir opinión a alguien cercano para tomar una decisión es algo sano, normal y necesario. Sin embargo, cuando sentimos que sólo nos sentimos seguros en presencia de una o varias personas de confianza y nunca por nosotros/as mismos/as, cuando nuestras decisiones dependen sólo de la opinión que nos dan otros/as o cuando nos sentimos solos cuando el otro/a no está, ahí es cuando podemos hablar de una dependencia que genera malestar.
Es en las primeras relaciones que tenemos en la infancia donde aprendemos a relacionarnos, y donde construimos nuestra propia imagen. Tener un espacio donde poder pensar en nuestra historia, conocer cómo nos relacionamos y construir una imagen sólida de quiénes somos, nos ayudará a relacionarnos con los demás teniendo en cuenta nuestras necesidades y deseos, sin obviar al otro ni ser sobrepasados por él. Esto nos permitirá mantener relaciones de intimidad de una manera cómoda, segura y confiada.