Durante una gran parte de nuestra infancia, los estudios ocupan mucho tiempo en nuestro día a día, influyendo en nuestro desarrollo y en la construcción de nuestra identidad. Conforme vamos cumpliendo años, algunas personas abandonan esta actividad y otras continúan con ella hasta su vejez.
Problemas para estudiar:
Muchas personas de distintas edades comienzan una terapia porque tienen dificultades relacionadas con estudiar: no logran aprobar o sacar las notas que les gustaría, les cuesta concentrarse cuando se ponen a estudiar, tienden a estudiar en el último momento antes de los exámenes, les genera una intensa ansiedad que no pueden aliviar, su mente se queda en blanco cuando se enfrentan a un examen… Son síntomas muy distintos que podemos aliviar una vez comprendamos su origen.
Para conocer mejor lo que sucede con el estudio, tenemos que pensar en qué significado ha tenido para esa persona a lo largo de su biografía. Como comentábamos al inicio, estudiar es una actividad que iniciamos a una edad muy temprana, a la que dedicamos mucho tiempo y esfuerzo y que tiene una carga enorme de significados asociados.
Hay personas que construyen su autoconcepto ligado a su capacidad de obtener buenos resultados académicos, por tanto, cuando se presentan dificultades en este ámbito tiene un impacto directo en la forma en que se ven a sí mismas, que a su vez alimenta el problema. Otras personas son vistas por los demás como poco estudiosas en edades muy tempranas, y poco a poco, se va convirtiendo en una profecía autocumplida: todo el mundo espera que no tenga éxito en lo académico y esto influye en que la persona cumpla con esta idea que se tiene sobre ella, se identifican a sí mismas con esta mirada que recibieron y que muchas veces no tiene relación con su presente.
El estudio puede ser también una actividad ligada al control, un mecanismo que nos aporta seguridad. Algunas personas, especialmente durante la infancia, cuando sienten que hay algo que les preocupa o angustia y sobre lo que no pueden ejercer ningún tipo de control, desplazan esa necesidad hacia el ámbito que sí está en su mano: estudiar. Esta dinámica hace que se conviertan en auténticos eruditos en el estudio, pero puede suponer enormes costes en su bienestar personal, originando patrones autoexigentes cuya función es la de mantener ese control que aporta seguridad. Por otro lado, también puede ocurrir que cuando se está viviendo una situación estresante, la atención se focalice en aquello que preocupa, lo que impide que los recursos cognitivos puedan centrarse en la tarea de estudio. Son las dos respuestas que solemos dar a una misma necesidad, la de estar seguros cuando hay algo que sentimos amenazante para nuestro bienestar.
Para otras personas los buenos resultados académicos tiene que ver con cubrir necesidades afiliativas, de pertenencia y apego. En algunas familias los logros académicos son un valor importante que da identidad y sensación de valía, por lo que si aparecen dificultades en esta área se pueden activar temores relacionados con perder afecto y valoración de quienes son figuras importantes.
Como vemos, hay situaciones muy distintas que pueden influir en las quejas o dificultades en relación con los estudios. Como ocurre en toda problemática psicológica, cada caso es único y tenemos que analizarlo en profundidad para entender qué está sosteniendo el malestar.