Si alguna vez has oído hablar del duelo migratorio, seguramente lo asocies con una experiencia que viven las personas que se ven forzadas a abandonar su país de origen debido a circunstancias extremas, como pueden ser las guerras o los desastres naturales. Sin embargo, un duelo migratorio es un proceso que toda persona experimenta al dejar su tierra natal, incluso cuando el viaje se emprende de forma voluntaria. Hoy hablaremos sobre este proceso, sobre cómo puede afectarnos y qué puede ayudarnos a transitarlo de una manera más fácil.
Las personas construimos una imagen de nosotros y del mundo a través de las relaciones que establecemos con los demás, en el entorno y la cultura en la que crecemos. Pertenecer a una sociedad, a una familia y a un grupo social da significado a nuestra vida y nos devuelve una imagen de quiénes somos. Cuando dejamos nuestro lugar de origen necesitamos despedirnos de la identidad y el estatus que construimos allí, para integrarnos en el país de acogida.
Ante la llegada al nuevo país debemos hacer frente a diferentes retos diarios como aprender un nuevo idioma, descubrir una nueva forma de relacionarnos, que al principio puede resultarnos extraña o lejana, y conocer nuevas costumbres, rutinas, olores y comidas. A lo largo de esta fase de adaptación es común que aparezcan sentimientos de tristeza, desesperanza, soledad o fracaso. Normalmente, conseguir ciertas metas, como encontrar trabajo, hacer nuevos amigos o conocer a personas que se encuentran en la misma situación puede ayudarnos a contrarrestar estos sentimientos y a afrontar la adaptación de una manera más fácil.
Poco a poco, ese nuevo lugar nos irá resultando más familiar, nos identificaremos con su cultura y costumbres, e iremos construyendo una nueva red social. A pesar de ello, es común que comencemos a reflexionar sobre aquello que dejamos atrás: las amistades y la familia, la cultura, las costumbres de nuestro país de origen y parte de nuestra identidad allí construida. Esto es lo que conocemos como duelo migratorio, el proceso a través del cual debemos ir aceptando todo aquello que dejamos atrás al abandonar nuestras raíces.
El duelo migratorio puede venir acompañado de un malestar incierto, una sensación de vacío o insatisfacción, que puede manifestarse como ansiedad, tristeza, u otros síntomas somáticos. Como todo proceso de duelo, cada persona lo vive de una manera determinada, según los recursos que posee, las formas de afrontamiento que ha aprendido, las experiencias pasadas y las circunstancias en las que se encuentra. Este proceso de cambio puede asustarnos; sin embargo, puede pensarse también como una posibilidad de crecimiento y transformación personal, una manera de descubrir partes desconocidas de nuestra identidad, y de desarrollar nuevos recursos psicológicos que nos ayudarán a afrontar futuros retos de una manera más rica y satisfactoria.
En INTRO acompañamos a personas que se encuentran en este proceso de reconstrucción y descubrimiento.