Hoy vamos a hablar de una de las emociones que más aparecen en las consultas psicológicas: la culpa. Esta es una emoción secundaria, lo que quiere decir que no nacemos con ella, sino que se va desarrollando a través de nuestras experiencias y aprendizajes.
Todas las emociones que sentimos cumplen una función. En el caso de la culpa, nos ayuda a actuar de un modo justo y responsable, acorde con nuestra ética y valores. La culpa es la encargada de avisarnos cuando estamos haciendo algo con lo que no nos identificamos. En este sentido nos permite tener una identidad propia y ajustar nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos a ella.
Sin embargo, hay ocasiones en las que la culpa puede llegar a suponer una carga en nuestra vida. Cuando los mandatos o exigencias a los que obedece son excesivos o nos hacen daño de algún modo, la culpa deja de servirnos para convertirse en una dificultad. En estos casos, es importante que podamos revisar cuales son las ideas que hemos internalizado y sobre las que se construye nuestra culpa, y qué función cumplen para nosotros.
Algunas de las ideas más habituales de las que se alimenta un excesivo sentimiento de culpa son: “debo cumplir siempre con lo que se espera de mí”, “tengo que estar disponible para los demás antes que para mis propias necesidades”, “no puedo fallar”, “siempre debo aliviar y no causar sufrimiento a los otros”…
Si crees que tienes un excesivo sentimiento de culpa, es recomendable que trates en una psicoterapia las ideas que has internalizado y que constituyen una parte de tu identidad, así como las necesidades conscientes o inconscientes que está cumpliendo para ti esa culpa que te daña. De esta manera puedes ir desprendiéndote de aquellas que te causan dolor, y colocando tu emoción de culpa en un lugar que te ayude a relacionarte contigo mismo y con los demás de una forma positiva.