Vivimos sumidos en rutinas que nos exigen llevar ritmos frenéticos, dejando poco espacio para mirarnos, escucharnos y sentirnos. Por ello es común que no estemos acostumbrados a conectar con nuestras sensaciones corporales, a escuchar a nuestro cuerpo.
Sin embargo, la mayoría de personas hemos experimentado en algún momento de nuestra vida signos de alerta en nuestro cuerpo que nos indican que algo ocurre, que nos invitan a parar, a preguntarnos qué está pasando. Quizás estas señales hayan aparecido ante la vivencia de un cambio vital importante, durante un periodo de exámenes, o a lo largo de una etapa de mucha carga laboral. Estos signos pueden manifestarse de formas muy diversas: falta de aire, aceleración del ritmo cardíaco, dolor o tensión muscular, cansancio, desajustes intestinales, mareos, etc. Es común que nuestra primera reacción al sentir estas señales sea de miedo o incomprensión, quizás sea la respuesta más natural y sana cuando sentimos que nuestro cuerpo se manifiesta sin una razón aparente.
Lo cierto es que el cuerpo es sabio. Podríamos decir que expresa lo que no somos capaces de verbalizar o manifestar de otra forma. Las emociones son respuestas que se ponen en marcha en nuestro cuerpo ante lo que sucede a nuestro alrededor; nos dan información sobre cómo debemos actuar ante las situaciones que vivimos, y lo que nuestro cuerpo considera que necesitamos para hacerles frente. Así, toda emoción se expresa de alguna forma en el cuerpo: no podemos sentir, experimentar o vivir si no es a través del cuerpo que habitamos; podríamos decir que no somos sin nuestro cuerpo. Así como cada persona percibe e interpreta las experiencias que vive de una forma determinada, según la historia y vivencias que ha tenido, también cada cuerpo expresa y reacciona ante ello de una manera distinta.
Como decíamos, cuando el cuerpo se manifiesta a través de dolor, molestias o incomodidad nos está mandando un mensaje, nos avisa de que hay algo que necesita ser atendido. A veces estas manifestaciones pueden tener que ver con experiencias o emociones que necesitamos elaborar o procesar. Algo que puede ayudarnos a ser más conscientes de nuestro cuerpo puede ser parar y observarnos, respirar y conectar con el momento presente, para así poder explorar nuestras sensaciones corporales.
Además, cada persona puede aprender a expresar aquello que necesita de diferentes maneras. Las actividades artísticas como la danza, la música, la pintura, o el teatro pueden ser muy útiles y ayudarnos a ello. Por otro lado, un proceso terapéutico, guiado por un profesional, también puede ser un lugar donde encontrar ese espacio para elaborar las diferentes vivencias y experiencias que necesitamos.
Desde INTRO os animamos a empezar el año poniendo conciencia en esto: ¿qué me dice mi cuerpo?
Y si necesitas ayuda para descifrar lo que te dice el cuerpo, contacta con nosotros, podemos ayudarte.