Los seres humanos somos dependientes desde que nacemos, necesitamos de nuestros cuidadores para sobrevivir, literalmente. De ahí que el miedo a la pérdida, al abandono y a la soledad es algo que todos/as tenemos en común. Conforme vamos creciendo, necesitamos vincularnos a otras personas que percibamos como incondicionales y permanentes. Podríamos decir que nuestro bienestar psicológico depende de encontrar el equilibrio entre la autonomía personal y la aceptación de que dependemos en cierto grado de los demás. Así, sentirse querido y tener a quien querer, lo que culturalmente entendemos como “amor”, es una necesidad que compartimos. Necesitamos tener una o varias personas a las que amar, a las que vincularnos, lo que nos permitirá mantener relaciones de intimidad de una manera cómoda, segura y confiada.
Social y culturalmente aprendemos a asociar el amor con las relaciones de pareja, con el amor romántico. Recibimos diversos y numerosos mensajes a lo largo de nuestra vida, a través de la literatura, el cine, la cultura en la que vivimos inmersos, que nos hacen construir creencias en torno a la necesidad de tener una pareja para ser felices. Así, se descarga sobre la figura de la pareja la capacidad de vivir una vida plena: si no tenemos pareja algo nos falta, estamos incompletos, no podemos ser felices del todo.
Lo cierto es que la idea de que necesitamos esa “media naranja” que nos complete, que aportamos al otro lo que le falta y el otro nos aporta lo que nos falta, es una ficción. Efectivamente, cuando nos enamoramos, sentimos que el otro nos completa, que, al fin, hemos encontrado a esa persona que tanto tiempo llevábamos buscando y que es justo lo que nos faltaba. Este proceso, que es sostenido y promovido por la cultura, es algo que ocurre de manera inconsciente y natural en las primeras etapas de una relación romántica: idealizamos al ser amado y lo vemos como necesitamos que sea, cubriendo así nuestras necesidades y carencias. Afortunadamente, conforme la relación avanza, comenzamos a ver a la otra persona como verdaderamente es, alguien diferente a nosotros, con sus particularidades, virtudes y defectos.
Estas creencias en torno a la vida en pareja como la única vía para poder vivir una vida plena, completa y equilibrada, favorecen que la elección de una pareja con la que compartir nuestra vida se convierta en una necesidad, y es común que la soltería se viva con resignación y sentimientos de soledad. Sin embargo, lo cierto es que se puede tener una vida plena y equilibrada con o sin pareja. Se puede encontrar el amor, el cuidado, la seguridad, la intimidad y el disfrute en las relaciones con nuestros seres queridos, ya sean familia, amigos, o parejas. De hecho, esto nos lleva a una vida más rica y equilibrada, y nos permite poder elegir a una pareja de una forma consciente y libre, y no como una necesidad impuesta.
Desde INTRO, te animamos a identificar y cuestionar tus creencias, lo que consideramos fundamental para poder llevar una vida equilibrada y satisfactoria, siendo consciente del espacio que otorgas a cada una de tus relaciones y favoreciendo que descubras cómo quieres hacerlo.