A lo largo de un proceso de terapia, es muy posible que en algún momento sintamos que el/la terapeuta nos dice o transmite algo que nos hace daño de una forma en la que nos hemos sentido dañados/as en otros momentos de nuestra historia. Normalmente, esto sucede cuando ya llevamos un tiempo trabajando en terapia, y podríamos decir que es algo natural y necesario, y que forma parte del proceso terapéutico: en terapia –y en la relación que se genera con el/la terapeuta– nos van a doler las mismas cosas que nos duelen fuera de ella.
No es que vayamos a terapia a que nos hagan daño, pero en un proceso terapéutico hay dos personas, humanas y falibles, que se influyen mutuamente. Así, aunque el/la terapeuta intentará hacerlo lo mejor posible, con su formación, su técnica y su experiencia, habrá momentos en los que, inevitablemente, fallará. Esto sucede en toda relación.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer?
Como decíamos, en terapia nos van a doler las mismas cosas que nos duelen fuera de ella, y cada uno tenemos unos mecanismos que ponemos en marcha para protegernos y defendernos del dolor. Estos mecanismos los aprendemos a lo largo de nuestra historia, en función de las experiencias que vivimos, de las relaciones en las que nos construimos y de los modelos que tenemos de referencia. También en la relación terapéutica pondremos en marcha estos mecanismos cuando nos sintamos dañados/as o amenazados/as.
Cuando esto sucede, suele ser un punto de inflexión y un proceso complicado, ya que requiere que ambas partes sean capaces de tolerar emociones complejas y contradictorias, a veces por un tiempo prolongado. Pero como el espacio de terapia es un lugar de cuidado y protección, el desencuentro puede convertirse en una oportunidad para conocernos mejor, para reparar la relación y vivir una experiencia distinta.
Por ello, un buen punto de partida puede ser compartir con el/la terapeuta lo que sentimos y nos ha dolido, para que pueda guiarnos en el proceso. Puede ser que lo que ha ocurrido no se solucione deprisa, pero cuando dos personas se muestran y hablan de lo que les incomoda, de cómo se sienten con el/la otro/a, hay muchas posibilidades de crear algo novedoso y reparador. Así es como funcionan las relaciones humanas, en ciclos de ruptura y reparación.
Lo que sucede en la relación con el/la terapeuta es una parte muy importante de un proceso terapéutico, y puede ser una herramienta muy valiosa para conocernos y aplicar la experiencia que vivamos al resto de relaciones de nuestra vida.