El miedo, la tristeza, la ansiedad o la angustia son emociones que todas las personas experimentamos a lo largo de nuestra vida y que nos enseñan que podemos sentir emociones desagradables –de hecho, es sano y necesario–, que son temporales y tienen un principio y un final. Cuando sentimos que el malestar no pasa, que no encontramos recursos para hacerle frente, que nos aísla y nos desborda cada vez más, es el momento en el que debemos pedir ayuda.
El suicidio es un problema social silenciado: a nivel mundial, cada año pierden la vida por suicidio casi un millón de personas según la Organización Mundial de la Salud. En España, es ya la primera causa de muerte no natural, y desde el año 2020 se ha registrado un aumento significativo en la población joven.
Pero, entonces, ¿por qué no hablamos del suicidio?
El suicidio ha sido un tema tabú a lo largo de la historia en nuestra sociedad. Nos sentimos incómodos hablando de la muerte, aprendemos a esconderla, a disimularla, a vivir como si no fuésemos a morir. El instinto más fuerte del ser humano es el de supervivencia, por ello, cuando una persona siente que no merece la pena vivir o piensa en quitarse la vida, se le estigmatiza. Es común que cuando alguien tiene pensamientos suicidas los viva en secreto y en soledad, y aparezcan sentimientos de culpa, vergüenza y/o humillación.
A nivel social y en los medios de comunicación aún está presente la idea de que hablar del suicidio puede incitar a esta conducta y provocar un efecto contagio. Sin embargo, hablar sobre ello de una forma responsable es el mayor efecto preventivo y protector sobre la conducta suicida, ya que para una persona que está sufriendo es fundamental conocer los recursos disponibles, así como la vivencia de otros/as que han experimentado una situación similar, lo que puede calmarle, reconfortarle y ayudarle a sentirse comprendida.
Hay muchas falsas creencias en torno al suicidio, y es importante que aprendamos a identificarlas:
Las personas que mueren por suicidio sufren profundamente, lo que les lleva a considerar la muerte como una solución a su situación vital. El dolor que no se comparte siempre duele más. Y en estos casos, compartirlo, hablarlo, salva vidas.
Con la ayuda de un profesional que nos escuche, acompañe y ofrezca recursos podremos hacer frente a aquello que nos produce tanto dolor y malestar.
Si tú o alguna persona cercana a ti, necesita ayuda, no dudes en acudir a un profesional. En INTRO podemos ayudarte. Ponte en contacto con nosotros.