Suena el despertador. Ya es la hora de levantarme y noto mi cuerpo pesado como una losa. Siento que no puedo moverme, quiero quedarme enrollada entre las sábanas, a oscuras, protegida de un mundo que me sobrepasa. Después de unos minutos de duda, me levanto arrastrando los pies. Es el momento de desayunar, darme una ducha e ir a trabajar… Lo que antes era una rutina ahora me parece como subir el Everest. ¿Qué me sucede?
La depresión es uno de los problemas psicológicos más habituales en nuestra cultura. Muchas personas tienen dificultades para poner en palabras lo que les pasa, ¿estaré triste?, ¿será que tengo bajos los niveles de algo? En este post vamos a hablar sobre la tristeza y en qué se diferencia de la depresión.
¿Qué es la tristeza?
La tristeza es una de nuestras emociones básicas. Esto quiere decir que aparece en todos los contextos, es universal, y aunque los modos de expresarla cambien, todas las personas podemos sentirla. Es una emoción que solemos representar con colores fríos como el azul. La asociamos a ambientes sombríos, oscuros, lluviosos… La tristeza nos invita a estar hacia dentro, con nosotros mismos, y a buscar calidez. Si pensamos en la famosa película de Disney Inside Out, la tristeza aparece como un personaje femenino azul, con las comisuras de los labios caídas, pasiva, encogida y envuelta en un jersey gordo de cuello alto.
Esta poderosa emoción nos permite cuidar nuestras heridas, reparar nuestros daños y comunicar a los otros que necesitamos de su afecto y comprensión. Cuando vemos a alguien triste, nos cuesta tener una reacción hostil hacia esa persona, más bien, lo que transmite nos invita a tratarlo con mesura, afecto y calidez.
Sin la tristeza, no podríamos entender lo que nos pasa y darnos aquello que necesitamos cuando nos sucede algo que nos duele, perdemos a un ser querido, termina un proyecto que nos ilusionaba… Habitualmente cuando dedicamos un tiempo a dejarnos sentir, expresar y llorar nuestro dolor, la tristeza se va disipando.
¿Y la depresión?
Cuando la tristeza se instala en nuestra vida de forma continua y viene acompañada de otros síntomas emocionales, cognitivos o físicos, probablemente nos estemos acercando a un estado depresivo. Cada persona puede vivir la depresión de una manera distinta, pero es frecuente que aparezcan emociones como la apatía, la anhedonia (dificultad para disfrutar) y la irascibilidad. También suelen aparecer síntomas físicos como cansancio, dolor, pérdida de apetito o disminución del deseo sexual. Todas estas dificultades convierten a la depresión en un estado que puede llegar a ser muy difícil de compaginar con el día a día.
En estos casos, es beneficioso apoyarse en una psicoterapia que nos ayude a comprender ese malestar y lo que nos está expresando, elaborar las emociones que nos despierta y comenzar a encontrarnos mejor.