El verano es una estación muy esperada por muchos/as: comienza el buen tiempo, suben las temperaturas, los días son más largos y, sobre todo, llegan las vacaciones, el descanso y el disfrute que ansiosamente esperamos durante el resto del año.
Generalmente, para las personas que disfrutan del estío, este viene acompañado de una mejora en el estado de ánimo, ya que podemos desconectar de la rutina diaria, las obligaciones y pasar más tiempo con amigos y familiares. Además, el contacto con la naturaleza, un mayor nivel de actividad y el aumento del contacto social puede ayudarnos a sentirnos mejor.
Como comentamos en posts anteriores, no siempre sucede así. La vivencia que tenemos de cada etapa del año depende también de las experiencias que cada uno/a tenga asociadas a ella; para algunas personas, puede ser una estación no tan querida, especialmente cuando sentimos que se espera de nosotros/as algo que no corresponde con nuestra realidad. También en verano podemos conectar con diferentes emociones –como ocurre en cualquier otra época del año– y no debemos sentirnos mal por ello.
La llegada del verano puede influir en el proceso terapéutico. Por los cambios de rutina que conlleva, puede ser un momento en el que nos sintamos con menos ganas de pararnos a pensar, reflexionar o conectar con aspectos desagradables o conflictivos de nuestra experiencia. Esto es algo común, ya que generalmente estamos más centrados en disfrutar y vivir experiencias, que en pensar sobre ellas. Así, por diferentes razones, el verano parece una época en la que no es tan común comenzar un proceso de terapia; sin embargo, también puede tener algunas ventajas hacerlo.
Por un lado, no tenemos una rutina horaria que nos obliga, podemos organizar nuestros planes de una forma más libre y encontrar un espacio para acudir a terapia de una manera tranquila, relajada, dedicando a ella el tiempo que necesitemos, sin el estrés de la agenda repleta de obligaciones y responsabilidades. Además, tendremos más tiempo para pensarnos con calma y reflexionar sobre los temas que surjan dentro y fuera de las sesiones. Al contrario de lo que se piensa en ocasiones, no sólo debemos acudir a terapia cuando sentimos que el malestar nos incapacita y ya no podemos más. Cuando nos encontramos mejor anímicamente tenemos más capacidad para conocernos y descubrirnos, y contamos con más recursos para hacerlo.
Por otro lado, para quienes el verano despierta sentimientos y recuerdos delicados o difíciles de procesar, un espacio de terapia podrá ayudarnos a desahogarnos y pensar sobre lo que nos ocurre acompañados/as de un profesional.
En INTRO, nuestras puertas siguen abiertas durante estos meses.
Te deseamos el mejor verano, con y sin terapia.