Esta semana se conmemora el Día Internacional de las Mujeres, una fecha que nos invita a poner el foco sobre las consecuencias que tiene en nuestra sociedad el machismo. Por este motivo, vamos a hablar de uno de los tipos de violencia que nos encontramos en los consultorios de psicología y que sufren en mayor medida las mujeres: la violencia sexual. Este tipo de agresiones pueden darse sobre cualquier persona en un momento determinado de su vida, sin embargo, los datos nos muestran que es más frecuente en determinados grupos poblacionales, entre los que se incluyen las mujeres.
Las personas somos seres sexuados, tenemos la capacidad de vivir nuestra sexualidad de distintos modos a lo largo de nuestro desarrollo evolutivo. Cuando hablamos de sexualidad nos referimos a la posibilidad de sentir deseo sexual, expresar emociones a través del contacto, compartir intimidad y experimentar placer erótico. A lo largo de nuestra vida, vamos interiorizando formas de relacionarnos con esta dimensión humana a través de lo que observamos en nuestro entorno, los mensajes que nos llegan y lo que experimentamos. De forma que nuestra vida sexual configura un plano más de nuestra identidad.
La violencia sexual es una forma de maltrato que atenta contra nuestra libertad sexual, es decir, nuestro derecho a vivir este plano de nuestra existencia con autonomía. Esta forma de agresión se da cuando una persona ejerce un abuso de poder sobre otra haciéndola participar de una actividad sexual sin que ella quiera. Las formas de violencia sexual que nos podemos encontrar son muy variadas y todas tienen en común esa falta de deseo en participar de una interacción erótica. Algunos ejemplos de ellas son:
– Intimidación para tener un encuentro sexual mediante chantaje, agresión física, etc.
– Tocamientos con intencionalidad sexual no deseados.
– Exposición a actividades sexuales sin consentimiento.
– Palabras, miradas u otros gestos de comunicación sexual que generan malestar a quien las recibe.
– Utilización de una posición de poder para coaccionar a la persona a tener un encuentro sexual.
– Difusión de contenido íntimo sin permiso.
Las consecuencias en las mujeres que han sido violentadas sexualmente son distintas en cada caso, ya que depende de la edad en la que ocurra, la respuesta del entorno a esa violencia, la frecuencia con la que se sufre, entre otras. Algunas de los efectos psicológicos que solemos observar son:
– Emociones como miedo, asco, rabia, culpa y vergüenza ante determinadas situaciones, sexuales o de otro tipo.
– Inseguridad, sensación de peligro e indefensión.
– Dificultad para vivir su sexualidad de manera satisfactoria.
– Problemas de autoestima.
Como sociedad, llevamos mucho tiempo conviviendo con distintos grados de violencia sexual, mantenida como secreto o tabú del que no se habla, muchas veces ni siquiera en entornos cercanos. Una de las formas de superar las secuelas psicológicas de este tipo de maltrato es poder ponerla en palabras en un lugar seguro, naturalizar que sucede, sacarla de las sombras donde todo se vive con mayor temor.
Cada vez hay más mujeres que pueden dar el paso de hacer frente a la violencia sexual que vivieron, elaborarla para así cicatrizar las heridas que les dejaron y poder continuar con sus vidas de forma plena. Este post va dedicado a todas ellas y también a las que aún la sufren en soledad.